En el año 2016, un joven inmigrante colombiano que vivía en Nueva York y que necesitaba generar ingresos extra para cuidar de su pareja y de su futura hija, decide iniciar un negocio de venta callejera de tamales colombianos. Hoy en día, su empresa vende más de 8 mil tamales a la semana en distintas ciudades de Estados Unidos, genera empleo para más de 150 personas y factura más de $2 millones de dólares anuales… ¿Cómo lo logró?
La historia de Alejandro Martín, el emprendedor que se hizo millonario vendiendo tamales
El protagonista de esta historia es Fabian Alejandro Martín, un empresario colombiano que nació en Medellín, Antioquia, el 29 de enero de 1986.
Cuando Alejandro era apenas un niño, su familia, que es de origen tolimense, se mudó a Bogotá, la capital de Colombia. Recuerda que, durante su infancia, su mamá solía preparar unos ricos tamales para la época navideña. Incluso, a veces él solía ayudarle a venderlos entre sus vecinos y amigos para ganar algo de dinero extra para la familia.
Con 17 años de edad, tras terminar la secundaria, para poder pagarse su universidad, Alejandro tuvo que conseguir un trabajo vendiendo televisores y equipos de sonido en Alkosto, un reconocido almacén de cadena. Allí despertó una enorme pasión por las ventas. Sin embargo, ya se había inscrito a la facultad de Comunicación social y Periodismo en la Universidad Minuto de Dios.
Aunque estaba arrepentido por no haber elegido la Administración de empresas, continuó su carrera mientras mantenía su trabajo como vendedor. Gracias a su gran talento para las ventas y a su disciplina, en tan solo un año ascendió a supervisor de uno de los almacenes. Luego, con apenas 19 años de edad, se convirtió en el supervisor nacional de todo el equipo de ventas.
Al finalizar su carrera con 21 años, trabajaba como especialista de producto para la conocida marca Sony en Colombia y manejaba el mercadeo de la gama de computadores portátiles Sony VAIO.
En el año 2008, consiguió un trabajo en Samsung como gerente de producto en la división de portátiles e impresoras. Trabajó fuertemente por dos años, pero, al ver que no era promovido, buscó empleo en la compañía D-link, donde estuvo a cargo de los gerentes de producto y de la estrategia de mercadeo de la empresa en el país.
A la edad de 25 años, se dio cuenta de que su nivel de inglés era un impedimento para poder seguir escalando en el ámbito laboral.
“A nosotros nos visitaban los chinos, japoneses o coreanos, y yo apenas decía: 'How are you?'. Entonces pensé que me tenía que ir del país a estudiar y volver.” -Comentó Alejandro en una entrevista.
Emigrando en busca de oportunidades
En el año 2013, con mucha determinación el joven renunció a su trabajo, tomó sus ahorros, pidió un préstamo, sacó la visa americana y viajó a Nueva York, Estados Unidos, para aprender inglés durante 11 meses.
Llegar a la “Gran Manzana” fue muy complicado para él, pues, debido a su poco conocimiento del idioma inglés, apenas si podía comunicarse. Además, descubrió que el costo de vida en esa ciudad es muy alto y tuvo que buscar rápidamente un empleo de medio tiempo para solventar sus gastos, ya que el dinero que llevaba se le esfumó en apenas unas semanas.
Un día, luego de sus clases, mientras iba en bus hacia su casa, escuchó a un mexicano hablando español en una llamada. Emocionado por encontrar a alguien que hablaba su mismo idioma, Alejandro le preguntó si había en la ciudad un lugar para charlar con otros hispanohablantes, así recibió las instrucciones para llegar a la conocida calle “Colombia”, ubicada en la esquina de la avenida 37 y calle 32 del barrio Queens de la ciudad de Nueva York.
Al llegar allí, logró encontrar rápidamente un trabajo como mesero y pudo hacer nuevos amigos. Algunas semanas después, consiguió un trabajo como bar tender, así pudo solventar sus gastos y ahorrar un poco para su regreso a Colombia.
De nuevo en su país natal, con 27 años de edad, decidió comenzar a buscar trabajo en las grandes multinacionales tecnológicas donde tenía experiencia, pero no se encontró con las oportunidades que esperaba:
“Me presenté a Samsung al cargo de jefe de producto para Latinoamérica. Hice la entrevista y llegué al final del proceso, incluso hablé con el coreano, presidente de la compañía, pero me dijeron que estaba muy joven para ese cargo tan alto, que necesitaban a una persona de mayor edad, y que me podían poner en un cargo menor mientras seguía adquiriendo experiencia laboral.” -Dijo Alejandro decepcionado.
Para el año 2015, aun no encontraba trabajo, todas las puertas se le habían cerrado. Ahora era una persona sobrecalificada para los trabajos a los que aspiraba y en los trabajos que le ofrecían le pagaban salarios muy inferiores a los que tenía antes de su viaje al exterior. Fue entonces que su pareja quedó en embarazo, por lo que Alejandro tomó la decisión de regresarse a Estados Unidos en busca de un mejor futuro para él y su familia. Su novia tramitó la visa y emprendieron juntos un viaje al país norteamericano.
De vuelta en Nueva York, indocumentado, tuvo que volver a trabajar como mesero, pero esta vez sus jefes fueron muy duros con él. Lo obligaban a trabajar hasta altas horas de la noche, además de asignarle turnos en festividades como navidad y año nuevo. El dinero que ganaba no era suficiente para sostener a la familia, esto lo llevó a pensar que debía emprender si quería salir adelante.
Identificando una oportunidad de negocios
A principios del 2016, su novia tuvo un antojo producto del estado de embarazo. La joven quería comer tamales. Alejandro dio vueltas por toda la ciudad en busca del anhelado producto, pero solo pudo encontrar unos que no se parecían en nada a los tamales colombianos y que, además, tenían un sabor extraño, así que se puso en contacto con su mamá en Colombia y le pidió la receta para preparar sus propios tamales caseros. Algunos de los ingredientes no se podían conseguir en Nueva York, entonces tuvo que reemplazarlos por ingredientes alternativos, de esta forma, sin siquiera saber cocinar, pudo complacer el deseo de su pareja.
Aunque los tamales no quedaron como los de su mamá, les gustaron muchísimo. Incluso, decidió compartir algunos con sus compañeros de trabajo, los cuales quedaron encantados con el producto. A partir de esta experiencia, una revelación llegó a la mente de Alejandro, y se dijo a si mismo: “¿Por qué no me pongo a hacer tamales si tengo amigos y clientes?”. Entusiasmado, puso manos a la obra para iniciar su nuevo emprendimiento.
Invirtió $300 dólares para adquirir ingredientes y consiguió hacer 20 tamales. Alejandro afirma que esos fueron los tamales más costosos que ha hecho en su vida, pues, debido a su inexperiencia, desperdiciaba muchos ingredientes, compraba más de lo necesario y no sabía cómo hacer rendir la materia prima. Además, las características hojas de plátano con las que son envueltos los tamales en Colombia eran casi imposibles de conseguir en Nueva York y le salían muy costosas, porque en esas tierras no se producen. Pese a los obstáculos, siguió adelante con el proyecto y comenzó a ofrecer los tamales a sus compañeros y a algunos de los clientes del restaurante donde trabajaba.
Inicialmente, preparaba los tamales solo bajo pedido y los llevaba hasta la casa de los clientes, pero, un día, un amigo suyo se quedó sin trabajo, y en forma de broma Alejandro le dijo que le iba a tocar ponerse a vender tamales. Su amigo aceptó y empezó a ofrecerlos en la calle, logrando vender hasta 15 tamales diarios. Al ver el potencial del negocio, Alejandro renunció a su empleo y decidió probar suerte vendiendo los tamales en la calle.
El 21 de octubre del 2016, consiguió un pequeño carro de supermercado. Lo adecuó con una hielera, lo llenó de tamales, le escribió un llamativo letrero con el nombre “La Tamalería Colombiana” y salió a la calle 82 con Roosevelt armado con su carisma y su esperanza de salir adelante con su negocio. En tan solo unas horas, logró vender los 20 tamales que llevaba, a $10 dólares cada uno.
“Con toda la pena del mundo salí a vender tamales en la calle, pero lo bueno era que nadie me conocía.” -Cuenta el joven.
Día a día, Alejandro preparaba los tamales, que cada vez le quedaban mejor, y salía a venderlos desde las 2 de la tarde hasta las 8 de la noche, sin importar si hacia sol, llovía o caía nieve. En muchas ocasiones tuvo que esconderse de las autoridades debido a que tenía miedo de ser deportado por su falta de documentación.
Las ganancias que obtenía las ahorraba y las reinvertía en el negocio. Luego de mucho esfuerzo, logró conseguir quién le importara las hojas de plátano por vía marítima desde una finca en Colombia y cerró un contrato con una distribuidora para que le importara los productos de su tierra a muy buen precio, esto le permitió reducir considerablemente los costos de producción.
Poco a poco, su negocio comenzó a hacerse conocido en la ciudad. Clientes de distintas nacionalidades se deleitaban con sus tamales típicos tolimenses.
Para el año 2018, Alejandro ya contaba con 9 colaboradores que vendían en distintos puntos de la ciudad, entonces decidió invertir para importar desde la India unos motocarros que pintó con colores llamativos y les añadió el característico sello de su marca; los bautizó “TamalGo”. Aunque tuvo que sacar un permiso especial para que estos transitaran por la ciudad, esta idea fue un completo éxito, pues, al ser algo tan distintivo, llamaban mucho la atención de los peatones y turistas, que se acercaban con curiosidad a probar los tamales del colombiano.
Dificultades y retos de un emprendedor en crecimiento
En el año 2020, debido a la pandemia el negocio sufrió un fuerte impacto. Alejandro estaba acostumbrado a vender aproximadamente entre 200 y 300 tamales diarios, pero con el confinamiento sus ventas se vieron afectadas considerablemente. Sin embargo, otros restaurantes y clientes comenzaron a contactarlo para que les distribuyera directamente el producto, algo que el joven aprovechó para expandir su negocio estableciendo un precio especial para distribuidores; si un cliente le compraba en la calle, le cobraba $10 dólares por el tamal, pero a sus distribuidores se los vendería a $5 dólares.
El primer mes fue muy malo para el negocio, pero se fue corriendo la voz y con el tiempo muchas personas que necesitaban obtener ingresos y no podían salir de su casa contactaban a Alejandro para comprar entre 50 y 100 tamales con el objetivo de venderlos entre sus familiares y amigos, y a través de grupos en las redes sociales. Gracias a esto, el negocio de Alejandro alcanzó una facturación de más de $30 mil dólares mensuales.
Con estos ingresos, Alejandro reunió el capital suficiente para abrir su primer restaurante en el 2021. Allí añadió al menú otros productos típicos de la cocina colombiana, como lechona, envueltos y fritanga, que ofrecía en combos con bebidas como café y chocolate. El precio promedio de cada plato era de $20 dólares. La recepción de esta propuesta gastronómica fue muy positiva, especialmente por parte de los inmigrantes colombianos que encontraban en esta tamalería un espacio para degustar comida que los transportaba a su tierra.
Cuando se fueron levantando las medidas de confinamiento, Alejandro ya contaba con una marca bien posicionada y cientos de distribuidores en distintas ciudades del país, y sus ingresos mensuales habían ascendido a más de $100 mil dólares. Este hecho llamó la atención de distintos medios de comunicación, entre los que se incluye el periódico The New York Times, el cual compartió la apasionante historia del joven colombiano, dándole así gran visibilidad a su negocio.
Lamentablemente, el 30 de diciembre del año 2021 ocurrió un desafortunado suceso. Alejandro tuvo que ver cómo su restaurante era consumido por un incendio que arrasó con el 80% del local. El emprendedor quedó devastado. Durante tres meses no pudo abrir, mientras esperaba una respuesta de su seguro. Una vez logró reponerse, rediseñó el restaurante haciéndolo más llamativo y volvió a abrir sus puertas con el entusiasmo y fe que lo caracterizan.
De vender tamales en la calle a facturar más de $2 Millones de dólares anuales
Actualmente, La Tamalería Colombiana cuenta con más de 150 trabajadores, produce más de 8 mil tamales a la semana y factura más de $2 millones de dólares en ventas anuales. Recientemente, ha abierto una sucursal en la ciudad de Miami, que es todo un éxito, y esperan abrir para el 2023 otros restaurantes en las Vegas y los Ángeles.
Alejandro, por su parte, tiene 36 años y día a día trabaja fuertemente para cumplir su sueño de hacer de su negocio “el McDonald's de la comida típica colombiana”, llevando su restaurante y sus productos a cada rincón del planeta. Además, está trabajando en buscar alianzas con grandes distribuidores como Amazon para vender sus productos al por mayor, y se encuentra probando la idea de vender lechona enlatada por Internet. Dice que se siente millonario por todas las bendiciones que tiene y que, sin el apoyo de su madre y el amor por su hija, no habría llegado tan lejos.
Así concluimos la inspiradora historia de Alejandro Martin, un emprendedor apasionado que, gracias a su gran carisma y determinación, logró crear un negocio rentable con un producto típico de su tierra natal, convirtiéndose así en un referente para aquellos emprendedores y migrantes que hoy se encuentran luchando por salir adelante y lograr sus sueños. En sus propias palabras:
“La oportunidad está esperando por todos, no está pidiendo papeles. Lo único que hay que hacer es pelearla. Con mi historia siempre busco ser la motivación para muchos, para quienes quieren empezar y no se han decidido, o para quienes ya lo hicieron y buscan sacar ese proyecto adelante. Con persistencia, todo se puede lograr.”
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Este articulo tiene 2 comentarios
Muy buena historia
ResponderExcelente información.
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