Cuando estaba en el colegio, vendía dulces, láminas de fútbol y té entre sus compañeros, pero los profesores lo perseguían y le quitaban los productos. Tras terminar el colegio, empezó a vender empanadas en las calles de su ciudad y fue creciendo poco a poco con paciencia y determinación. Hoy en día, es un exitoso empresario, cuenta con 5 establecimientos, genera empleo para más de 80 personas y factura alrededor de $700 mil dólares anuales… ¿Cómo lo logró?
La historia de Alejandro Rodríguez, fundador de "La Garosa"
El protagonista de esta historia es Alejandro Rodríguez, un joven colombiano que nació el 6 de noviembre de 1996 en la ciudad de Bogotá.
Cuando Alejandro tenía 7 años de edad, a su padre lo trasladaron por trabajo a la ciudad de Barranquilla, por lo que toda la familia se mudó allí. Debido a que era un chico muy tímido, para él fue difícil adaptarse a su nueva vida, especialmente en el colegio, pues no se sentía muy cómodo entablando conversaciones con nuevas personas.
A nivel financiero, su familia vivía con lo justo. Los ingresos que generaban les alcanzaban apenas para el día a día, pero no podían permitirse lujos como cenar en restaurantes, ir a cine o viajar de vacaciones. Sin embargo, su padre mantenía una buena relación con su jefe y él los invitaba seguido a planes familiares, de esta forma Alejandro se hizo amigo de Andrés, hijo del jefe de su padre.
Cada vez que Alejandro visitaba a Andrés, se sentía inspirado al ver el estilo de vida que disfrutaba. También, recuerda que lo marcó mucho ver que la familia de Andrés era muy generosa; cada domingo visitaban una fundación que apoyaban y regalaban zapatos deportivos, balones, uniformes y desayunos. Todo esto hacía que Alejandro soñara con algún día gozar de una mejor calidad de vida y poder ayudar a otras personas.
En el 2008, su padre lo convenció de tomar clases para tocar acordeón. Aunque no le gustaba mucho el vallenato en ese momento, tomó sus clases con gran entusiasmo y aprendió rápidamente.
En el 2009, formó un grupo vallenato y empezó a ganar dinero tocando en parrandas y fiestas. Gracias a la música logró enfrentar su timidez y desarrolló importantes habilidades para hablar en público. Además, este arte le ayudó a conquistar a Pamela, una joven que se convertiría en su esposa, socia e inspiración.
En el colegio, no fue precisamente un buen estudiante. Cada vez que entregaban notas, a su madre la recibían con la noticia de que el joven había perdido varias asignaturas. Alejandro estaba más enfocado en hacer negocios que en prestar atención a las clases. Todos los días vendía dulces, láminas de fútbol y hasta consiguió un termo para llevar té y ofrecerle a sus compañeros.
“Recuerdo que le decía a mi mamá que pasara una carta para que me dejaran vender de manera oficial y teniendo la aprobación del rector, pero esto nunca fue posible. Incluso, los profesores me perseguían para quitarme los productos.” -Dijo el emprendedor en una entrevista.
Iniciando su propio negocio de venta de empanadas
En el 2013, tras graduarse del colegio y con 17 años de edad, le comentó a su abuela que quería iniciar un negocio propio, entonces ella le dio el que Alejandro considera como uno de los mejores consejos que ha recibido en su vida:
“Mijo, haga lo que más se vende, que son las empanadas.” -Fueron sus palabras.
Inicialmente, no estaba seguro de hacerlo porque pensaba en lo que podrían decir sus amigos al verlo vendiendo empanadas, pero se convenció a sí mismo de que “la pena no da plata” y le pidió a su abuela que por favor le explicara cómo hacer empanadas. Ella accedió a enseñarle y le compartió su receta.
Poco a poco, el joven comenzó a practicar la receta hasta que logró perfeccionarla. Luego, con un capital de $50 mil pesos colombianos, equivalentes a unos $12 dólares, compró una nevera de icopor e ingredientes para preparar su primer lote de empanadas. Lleno de determinación, salió a las calles de su barrio para ofrecerlas a sus vecinos y amigos.
Aunque las empanadas le quedaban deliciosas, venderlas fue un enorme reto porque él utilizaba una receta de la forma en que se preparaban en Bogotá, por tanto, sus empanadas eran distintas a las que solían comer en Barranquilla. Pese a las dificultades, no se rindió y continuó insistiendo convencido de que sería solo cuestión de tiempo para que su producto conquistara el paladar de los barranquilleros.
Cada viernes en la noche, junto con su madre y su novia, Alejandro preparaba las empanadas y las dejaba listas en el congelador. Al día siguiente, madrugaba a fritarlas y salía con su nevera de icopor para empezar a venderlas.
Su madre le ayudó desde el comienzo con toda la parte operativa. Su padre también fue un apoyo incondicional para él, brindándole valiosos consejos sobre ventas y recordándole siempre que, para tener éxito y llegar al corazón de la gente, por encima de todo debía ser una gran persona con valores y principios.
Conforme las ventas aumentaban, Alejandro iba ampliando su ruta de distribución, llegando cada vez a más zonas de la ciudad. Incluso, su padre lo invitó a su lugar de trabajo para que ofreciera las empanadas a sus compañeros, lo cual fue un gran impulso para él.
Aprendiendo a pensar como empresario
Un día, el joven recibió un obsequio que cambiaría su mentalidad y su vida para siempre:
“Un tío se enteró de lo que yo estaba haciendo y me regalo el libro ‘Padre Rico, Padre Pobre’. Ese libro marcó mi vida y me hizo ver que la venta de empanadas podía ser la base de una empresa muy grande en un futuro. En ese momento comprendí que el negocio era una extensión mía como persona, y si quería que el negocio creciera, primero tenía que crecer yo.” -Cuenta Alejandro.
A partir de ese momento, adoptó como hábito leer libros sobre desarrollo personal, liderazgo, marketing, negocios y otros temas que lo ayudaran a lograr sus objetivos personales y empresariales. También, mientras preparaba las empanadas o compraba insumos, aprovechaba para escuchar biografías de personas exitosas, audiolibros y talleres online. Todo esto le permitía fortalecer su mentalidad y aprender poderosas lecciones de éxito.
Guiado por su ambición, pensó en adquirir una freidora industrial para ampliar su capacidad de producción, pero no contaba con el capital suficiente. Fue a varios bancos en busca de un préstamo, pero todos lo rechazaron por su corta edad. Sin más opción, tuvo que postergar su compra y empezó a ahorrar semanalmente un porcentaje de sus utilidades para eventualmente realizar la inversión. Un año más tarde, adquirió la freidora financiándola con el capital ahorrado. Gracias a esta inversión, pasó de freír 7 empanadas por ciclo en un sartén, a 20 en la freidora, es decir, casi que triplicó su productividad.
Con mucha paciencia, Alejandro consiguió hacerse un espacio en el mercado. Su negocio se convirtió en la opción predilecta de varios clientes que cada sábado lo ubicaban para disfrutar de sus empanadas en el desayuno. Además, fue lanzando nuevos productos, como agua de maíz, la cual ofrecía de forma ilimitada en combo con las empanadas.
Paralelamente, el joven se inscribió en la carrera de administración en la Universidad del Norte. Allí alcanzó a cursar tres semestres, pero tuvo que retirarse debido a que las finanzas en su hogar se complicaron. Fue una decisión difícil de tomar, pero junto con sus padres acordó hacerlo con la esperanza de continuar con sus estudios una vez lograran salir de deudas.
En busca de nuevas oportunidades de negocio
Luego de abandonar la universidad, se enfocó completamente en su negocio. Sabía que era la oportunidad perfecta para hacerlo crecer, entonces comenzó a pensar en formas de llegar a más clientes y se le ocurrió que podía ofrecer las empanadas en los colegios de la ciudad. Empezó a tocar puertas, envió decenas de correos y trató de contactar con personas clave con las que pudiera negociar; sin embargo, pasaban los días sin obtener respuesta alguna. De todos los colegios que contactó, solo uno le respondió, pero le dijeron que les interesaban las empanadas horneadas, no fritas.
Fue una situación complicada para Alejandro. Si quería cerrar el trato con el colegio, tendría que vender la freidora que con tanto esfuerzo había comprado, para así poder adquirir hornos. Además, hasta ese momento no tenía experiencia preparando productos horneados.
Finalmente, optó por aprovechar la oportunidad que le presentaba el colegio y se puso a aprender, a través de tutoriales en YouTube, cómo preparar empanadas horneadas. Los primeros intentos fueron fallidos, pero con mucha persistencia consiguió prepararlas.
Gracias a este trato con el colegio, su negocio alcanzó cierta estabilidad. Lo siguiente que hizo Alejandro fue continuar insistiendo con otros colegios, hasta que aseguró contratos con once más, lo cual le permitió superar la cifra de 1.000 empanadas vendidas al día.
“A mis amigos del conjunto donde vivía, les enseñe cómo preparar los productos, y, junto con mi mamá, sin nunca antes en nuestra vida haber sido panaderos, era que sacábamos toda esta producción. Mi papá se encargaba de llevar los pedidos colegio por colegio en una moto que habíamos comprado, y luego salía para su trabajo.” –Cuenta el joven.
Consolidando y expandiendo su empresa
Debido a los contratos con los colegios, se vio en la necesidad de ir formalizando su empresa, pues le solicitaban documentos como el registro tributario, cámara de comercio, certificado bancario y demás. También, pensó que era el momento de bautizarla con un nombre atractivo y fácil de recordar. Tras evaluar diversas opciones, eligió el nombre “La Garosa”, que surgió a partir de combinar las iniciales de su nombre: Gabriel Alejandro ROdriguez SAndoval, pero que también es una palabra utilizada para referirse a una persona que come mucho.
La fábrica casera que había organizado en casa de sus padres se quedó pequeña, así que buscó un local mucho más grande. En este nuevo local experimentó creando pizzas, galletas, brownies, tortas, deditos de queso y otros productos de panadería. En las mañanas se encargaba de entregar los pedidos para los colegios, y en las tardes salía a vender los otros productos gritando por las calles de la ciudad.
Un día, un cliente le preguntó por redes sociales si podrían prepararle unos panes para hamburguesas que necesitaba para un concurso, llamado “Burger Master”, en el que se había inscrito. Alejandro aceptó con un poco de curiosidad, pero se sorprendió cuando le confirmaron que el pedido era por más de 3 mil panes. Al ver el éxito del concurso, se preparó para la siguiente edición del mismo y contactó a varios de los restaurantes participantes, asegurando que la mitad de ellos le compraran el pan. En ese segundo evento vendieron un total de 70 mil panes en una semana, cifra que llamó la atención de Tulio Recomienda, organizador del evento y reconocido influencer en temas de gastronomía, quien contó en redes sociales la historia de Alejandro y su empresa, dándoles gran difusión.
Con estos prometedores resultados, el joven convenció a su padre de que renunciara a su empleo para que se uniera a su empresa:
“Le dije: Papá, ¿Qué sentido tiene que tú estés trabajando por tu lado y nosotros por otro, si a la final lo más importante de la vida es construir, pero de la mano con los tuyos, que podamos ir disfrutando el proceso y cada momento compartido en familia? Eso vale mucho más que cualquier cosa.” -Fueron sus palabras.
En asociación con su padre, abrieron un nuevo local enfocado en vender pan y café. Su padre quedó encargado de administrarlo. Lamentablemente, ese local no dio los resultados que esperaban y tuvieron que cerrar tres meses más tarde.
Innovando para llegar a más clientes
A finales del 2019, ya cuando se acercaba la época decembrina, Alejandro y su equipo comenzaban a prepararse para aprovechar la temporada ofreciendo productos como buñuelos y panes con jamón, que se venden muy bien en esas fechas; sin embargo, ese diciembre sería diferente… Una amiga les preguntó: “¿Por qué no hacen un buñuelo relleno de mucho queso?”. La idea les encantó, así que inmediatamente pusieron “manos a la obra” y lanzaron el producto con el nombre de “Buqueso”. Lo publicaron en redes sociales y al día siguiente el negocio se llenó de personas buscando ese suculento buñuelo relleno con queso. Los días siguientes fueron igual: largas filas de personas esperando por su Buqueso.
En ese momento, solo tenían dos estufas. Ante la creciente demanda, tuvieron que adquirir seis estufas más, porque ya no daban abasto.
“El momento que tanto soñamos por años, había llegado. Recuerdo estar a un lado del local junto con mi papá, mi mamá y mi novia, abrazados llorando de sentir esa satisfacción del deber cumplido; saber que, luego de tanto esfuerzo y sacrificio, habíamos logrado lo que queríamos.” -Comentó el emprendedor.
Eventualmente, crearon buñuelos rellenos de arequipe, nutella, bocadillo y hasta uno ranchero. También, lanzaron arepas de huevo, empanadas hawaianas, jugos y muchos otros productos que ganaron gran popularidad entre los clientes.
El negocio crecía rápidamente. Todo “marchaba sobre ruedas”; sin embargo, un inesperado suceso estaría a punto de ocurrir…
Dificultades y retos de una empresa en crecimiento
En marzo del 2020, con el inicio de la pandemia, muchas empresas tuvieron que cerrar indefinidamente, entre ellas, La Garosa.
Al no poder atender clientes presencialmente, se enfocaron en los domicilios, crearon productos congelados y diseñaron un modelo de ventas drive-in, es decir, permitiendo que los clientes obtuvieran su pedido sin necesidad de bajarse del auto. Gracias a estas estrategias, lograron no solo sobrevivir a lo más duro de la crisis, sino que incrementaron considerablemente sus niveles de ventas, lo cual los motivó a abrir dos locales más en otras zonas de la ciudad. Para entonces, la empresa ya contaba con un equipo de 40 personas y seguía expandiéndose a paso firme.
Desafortunadamente, los positivos resultados del negocio se vieron contrastados con el fallecimiento del “Papá Garoso”, como Alejandro le decía de cariño a su padre, quien enfermó de Covid-19 y no logró recuperarse.
“Tengo que rescatar que, haber tomado la decisión de construir esta empresa juntos, fue la mejor decisión de nuestras vidas, ya que lo más valioso en todo nuestro tiempo fueron esos pequeños detalles, como desayunar juntos, ir a jugar futbol, compartir con amigos y cenar todas las noches en familia.” -Afirma con nostalgia Alejandro.
Fue un momento muy difícil para toda la empresa, especialmente para Alejandro. Él era su mentor y su guía, quien le había enseñado la importancia de llevar una vida llena de valores y principios. Aunque físicamente ya no estaba a su lado, las lecciones que le enseñó continuaban vivas en su corazón, y ellas le permitieron seguir adelante con el compromiso de llevar su legado a millones de personas.
Durante los siguientes meses, la empresa continuó con sus planes de crecimiento. Alejandro se encargó de invertir en asesorarse con personas expertas que le ayudaran a darle estructura y una estrategia clara al negocio, factores que considera muy importantes para el éxito empresarial. También, se apalancó en medios de comunicación para que más personas conocieran su historia y su empresa, logrando así atraer nuevos clientes e incrementar el posicionamiento de su marca.
Alejandro Rodríguez, un empresario determinado y apasionado que sueña en grande
Actualmente, La Garosa cuenta con 5 establecimientos, genera empleo para más de 80 personas y factura alrededor de $700 mil dólares anuales. A lo largo de su trayectoria, ha recibido diversos reconocimientos y premios por su impacto en la ciudad de Barranquilla, entre ellos: Caribe Exponencial y Quilla Innova. Para los próximos años, planea seguir expandiéndose a otras ciudades de Colombia y abrirse espacio en el mercado internacional, llevando sus deliciosos productos a países como Estados Unidos, Panamá y México.
Alejandro, por su parte, tiene 25 años y continúa ejerciendo como director ejecutivo de su empresa. En su tiempo libre, dicta conferencias y talleres de emprendimiento bajo su lema de cabecera: “La pena no da plata”, buscando inspirar a otros emprendedores. Para él, lo más satisfactorio de emprender es: poder ayudar a muchas familias con un empleo digno, saber que lo que haces aporta al crecimiento de tu ciudad y tu país, poder impactar la vida de otras personas y tener una calidad de vida en tiempo y recursos para ti y tus futuras generaciones.
Así concluimos la inspiradora historia de Alejandro Rodríguez, un emprendedor determinado y apasionado que no se detuvo ante los obstáculos que encontró en su camino, sino que los enfrentó como retos para crecer y desarrollar las habilidades que necesitaba para lograr su objetivo de ser empresario, convirtiéndose en ejemplo e inspiración para aquellos que hoy sueñan con iniciar un negocio propio. En sus propias palabras:
“A otros emprendedores les digo que empiecen con lo que tienen y van mejorando en el camino. Emprender es una carrera de resistencia, no de velocidad. No saltes escalones que no deberías saltar; podrás hacerlo, pero quizás termines con un diente roto o dañando alguna relación de amistad o familia. Mejor vive y disfruta cada etapa; también vas a llegar, y te aseguro que con una satisfacción mucho más grande y con todos los tuyos. Cuando una empresa crece sin cultura ni organización, lo único que crece son los problemas.”
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Este articulo tiene 4 comentarios
Excelente la historia, recomendado. Felicitaciones por el aporte.
ResponderSorprendente historia, me quedo con el lema "la pena no da plata" es cierto debemos empezar con lo que tenemos e ir escalando poco a poco para alcanzar el éxito. Alejandro es un claro ejemplo de perseverancia y resistencia ante todas las dificultades que tuvo que afrontar en especial la del papá.
ResponderMuy buena historia me gusto.
ResponderIncreíble cuento, me gusta el dicho "lo siento, no da dinero" ya que es cierto que el éxito requiere que trabajemos desde cero con lo que tenemos.
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