A la edad de 14 años, comenzó a trabajar cuidando carros en el parqueadero de un prestigioso restaurante y soñaba con algún día llegar a ser el administrador del negocio. 20 años más tarde, por diferentes cuestiones de la vida, terminó siendo no solo el administrador, sino también el dueño del restaurante… ¿Cómo lo logró?
La historia de Gilberto Sanabria, gerente de Tastyzon - Los Tejaditos
El protagonista de esta historia es Gilberto Sanabria, quien nació el 25 de septiembre de 1982 en la ciudad de Barrancabermeja, Colombia.
Gilberto creció en medio de enormes dificultades económicas. Su madre debía hacerse cargo de él y de sus siete hermanos, entonces muchas veces solo alcanzaba para dos comidas en el día. Además, por esa época había mucha violencia en su ciudad, lo cual complicaba aún más la situación en su hogar.
Motivado por las dificultades, a la edad de 12 años Gilberto consiguió trabajo vendiendo loterías, de esta forma ganaba algo de dinero para poder ayudar a su familia.
En 1997, cuando tenía 14 años de edad, una de sus hermanas que se había mudado vino de vacaciones a visitarlo y lo convenció de ir a conocer la ciudad bonita de Bucaramanga. La ciudad le encantó, así que decidió mudarse allá junto con su hermana a la casa de una tía que vivía en el campo, pues consideraba que así sería una carga económica menos para su madre.
Debido a que se sentía muy solo y se aburría quedándose en la casa, su hermana le preguntó si quería ir a trabajar cuidando carros y haciendo el aseo en Los Tejaditos, uno de los restaurantes más prestigiosos y tradicionales de Bucaramanga. Él aceptó entusiasmado porque allí ya trabajaban dos de sus hermanos, entonces se sentiría acompañado.
Efectivamente fue contratado y, como quería dar una buena impresión en el lugar, empezó a trabajar utilizando el uniforme de su primera comunión.
“Mi madre siempre me enseñó a ser agradecido y me sentía feliz por estar trabajando en un restaurante tan prestigioso, que para mí era como la universidad de la vida, porque veía que allí tendría la oportunidad de prepararme para un futuro mejor.” -Dijo Gilberto en una entrevista.
Descubriendo su pasión por el servicio al cliente
La señora Oliva, dueña del restaurante, le mostró el parqueadero, le dio el apoyo que necesitaba en ese momento y lo hizo sentir como en casa. Eso lo motivó a comprometerse totalmente con su labor.
Desde el comienzo, entendió que su trabajo no era simplemente cuidar carros y ya, sino que él era parte fundamental de la experiencia en el restaurante, entonces se esforzaba siempre por transmitir una buena imagen, atender con la mejor disposición y estar atento a las necesidades de los clientes. Cuando los comensales salían, les preguntaba cómo fue su experiencia, qué sugerencias tenían para mejorar el servicio, cómo fueron los tiempos de preparación de la comida, si se sintieron a gusto en las instalaciones y en general todo lo relacionado con el servicio del restaurante.
A partir de esa interacción con los clientes, empezó a visionar con ideas para mejorar el restaurante, como, por ejemplo, tener una sala de espera, poner aire acondicionado, mejorar los baños, ampliar la cocina para optimizar los tiempos de preparación y ofrecer un servicio más personalizado para escuchar las necesidades de cada cliente y así poder implementar correctivos a tiempo.
Como Gilberto solo había cursado hasta quinto de primaria, la señora Oliva le brindó la oportunidad de continuar con sus estudios para terminar el bachillerato. Además, pudo realizar algunos cursos de servicio al cliente en un instituto de formación llamado SENA. En una de sus clases, lo pasaron al frente y le preguntaron cuál era su sueño más importante; y él respondió con gran determinación que su sueño era ser algún día el administrador del restaurante Los Tejaditos para poder implementar todas sus ideas.
Trabajar en el restaurante se convirtió en un gran reto para él y constantemente se planteaba metas para superar. Era tanto el amor que tenía por su trabajo, que un día se le ocurrió la idea de usar un uniforme formal y elegante para mejorar la imagen del restaurante. Para hacer realidad su idea, ahorró de sus propinas durante seis meses y se compró unos zapatos de charol, una correa, dos pantalones negros, tres camisas blancas de cuello pajarito, dos tirantas negras y dos corbatines negros.
Desde que empezó a usar el uniforme, sus propinas aumentaron y los clientes afirmaban sentirse mejor atendidos. Al ver los resultados, la señora Oliva lo felicitó por el impacto que estaba generando en la imagen del restaurante y le subió el sueldo.
Así transcurrieron muchos años. Él era muy feliz en el restaurante y se sentía como en familia, cada día adquiriendo conocimientos y experiencia para el futuro, pero lo que estaba a punto de suceder era algo que él jamás hubiese imaginado…
Convirtiendo la crisis en oportunidad
Después de 20 años de estar trabajando cuidando carros y recibiendo clientes en el parqueadero del restaurante, llegó el desafortunado cierre de Los Tejaditos el 24 de junio del 2018. El restaurante, con más de 30 años de tradición, tuvo que cerrar sus puertas por mala administración, quedando Gilberto y sus nueve compañeros sin trabajo.
En el desalojo del restaurante pudieron rescatar algo de comida, que les serviría para su alimentación más adelante.
Ante la dificultad, Gilberto decidió asumir el rol de líder:
“Yo le dije a mis compañeros que permaneciéramos unidos porque nosotros éramos la marca y podíamos seguir luchando. La clave era no desunirnos. En ese mismo momento se creó la sociedad de palabra conformada por nosotros los 10 que habíamos quedado desempleados.” -Explicó el joven.
Al día siguiente, se reunieron en la esquina donde quedaba el restaurante. Tenían dos caminos a seguir: ponerse a llorar y cada uno buscar trabajo por su cuenta o ver en esa situación una oportunidad de superación para darle rienda suelta a todas las ideas que tenían en la cabeza. Optaron por el segundo camino y decidieron contactar a una cliente del restaurante que previamente les había dicho que ella se podía quedar a cargo del negocio.
Gilberto y sus compañeros pensaban que la señora tenía la intención de comprar el restaurante para administrarlo y contratarlos a ellos, pero ella les propuso apoyarlos para que quedaran a cargo del negocio, entonces los citó en la oficina de un banco para que les realizaran un estudio de crédito. Ellos aceptaron, aunque un poco escépticos porque ninguno contaba con los requisitos necesarios para optar por un crédito.
Al día siguiente se reunieron bien temprano en el banco y les pidieron los documentos de identidad y el número de celular a cada uno, e hicieron el estudio para un microcrédito por un valor de $7 millones de pesos colombianos (aproximadamente $1.730 dólares), pero sólo uno de los socios salió apto para el crédito.
Del banco salieron para el restaurante a replantear todo, pues el dinero que les ofrecían no era el que esperaban. Además, la persona que salió apta para el crédito, que era un hermano de Gilberto, no quiso seguir siendo socio argumentando que veía muy difícil que eso funcionara, que más bien oraría para que les fuera bien.
Pese a que el panorama se había complicado, decidieron seguir adelante y comenzaron a repartirse tareas. Desde ese día, en la casa de una compañera preparaban el almuerzo con la comida que lograron rescatar, mientras los demás buscaban una casa en arriendo para establecer de nuevo el restaurante. Gilberto pensó que la esquina donde se ubicaba Los Tejaditos no se podía descuidar y que debían alimentar la ilusión de que el restaurante seguiría en algún lugar de la ciudad, entonces empezó a pararse en esa esquina todos los días desde las 11 de la mañana con una agenda para anotar los números y datos de las personas que venían a almorzar en el restaurante y lo encontraban cerrado.
Debido a que no cumplían con los requisitos para tomar un contrato de arrendamiento de una propiedad acorde con las necesidades del restaurante, cada vez que encontraban una casa se sentaban a hablar con el dueño y le decían que les diera un contrato de seis meses de prueba, el cual pagarían por adelantado, pues no contaban con los fiadores ni los activos que se exigen para respaldar este tipo de contratos.
Todas las veces que se sentaron a negociar con los dueños de las diferentes casas, lo hicieron sin un peso en el bolsillo. Su gran esperanza era que les otorgaran un crédito particular que estaban gestionando por un valor de $50 millones de pesos (aproximadamente $12.340 dólares).
Así transcurrieron las dos primeras semanas, pero el crédito no se concretaba. Entonces se retiró otro de los socios diciéndoles: “Ustedes parecen unos bobos para arriba y para abajo con los bolsillos vacíos. Así no se logrará nada”. Aunque este suceso les produjo mucha tristeza, los ocho socios restantes siguieron luchando con la fe intacta.
Cada mañana se reunían en la esquina del antiguo restaurante y trataban de animarse unos a otros. El amor por continuar el legado de tantos años de tradición los hacía persistir cada día con más fuerza a pesar de todo. Según Gilberto, cuando se paraba en la esquina a tomar datos de los clientes, algunos le decían que si se había enloquecido y otros le ofrecían trabajo, pero él tomaba esto como un combustible para continuar con su sueño. Estaba firmemente convencido de que iban a lograr algo que trascendería.
Mientras tomaba los datos de clientes, aprovechaba para cuidar los carros de quienes llegaban a los negocios que estaban al lado, así ganaba algo de dinero para mantenerse. También, cuenta que en las noches algunas personas que pasaban le regalaban para la cena y lo felicitaban por su persistencia.
Dos semanas más tarde se retiró otro socio, Miguel… Gilberto trató de convencerlo para que se quedara, pero sus esfuerzos fueron en vano y la sociedad se redujo a siete personas.
Un día, en una de las reuniones que solían hacer, a Gilberto se le ocurrió una idea para obtener el contrato de arrendamiento, porque las personas no aceptaban la propuesta del contrato de prueba de seis meses pagado por adelantado sin contar con el respaldo necesario. La idea era comprar un negocio que estuviese en venta, pero condicionar al dueño diciéndole que se lo compraban solo si aceptaba él ser el tomador del arriendo del inmueble por un año.
Había pasado mes y medio y todos estaban cansados y desanimados, pero Gilberto seguía en la esquina llenando su base de datos de clientes. Ya sus compañeros casi no iban a reunirse con él y la motivación empezaba a agotarse.
Un día, pasó un señor y le dio un papel con un nombre y una dirección de alguien que estaba vendiendo un negocio. Sin dudarlo, se dirigió inmediatamente a la dirección y se emocionó al ver el potencial del lugar. Se puso en contacto con sus socios y entre todos fueron a negociar con el dueño para ver si podían llegar a un acuerdo. Le hicieron la propuesta de que le compraban el negocio y lo pagaban en tres contados con la condición de que él fuera el tomador del arriendo de la casa con sus dos fiadores por un año. El dueño aceptó la compra y se concretó por un total de $70 millones de pesos (aproximadamente $17.300 dólares).
Felices por al fin haber conseguido el lugar para poner en marcha su proyecto, salieron de una vez para la oficina de impuestos a realizar el registro tributario.
Justo por esos días les llegó el préstamo de $50 millones de pesos que tanto habían esperado. Tras recibir el dinero, procedieron a pagar la primera cuota que habían acordado con el dueño del negocio.
Aunque el negocio estaba bien equipado para funcionar, se dieron cuenta de que las instalaciones no eran las adecuadas para ofrecer el nivel de servicio y calidad que sus clientes merecían. La cocina y demás implementos eran muy viejos, obsoletos y no eran industriales para soportar el trabajo que iban a realizar, entonces decidieron vender todas las cosas por chatarra para acumular unos ahorros que les permitieran garantizar su alimentación mientras podían adecuar el lugar para recibir clientes.
Ya estaba corriendo el primer mes de arriendo y servicios, y seguían sin poder iniciar operaciones, pero sentían que todo ese sacrificio lo valía el gran sueño que estaban construyendo.
Debido a que la casa estaba muy deteriorada y fue poco lo que lograron rescatar, hicieron cuentas y se percataron de que el capital con el que contaban no iba a ser suficiente. Entonces, Gilberto le propuso a su compañera Nieves que fueran a hablar con aquella señora que los había motivado a empezar para que les prestara $40 millones de pesos (aproximadamente $9.900 dólares). Al llegar a su casa, ella los recibió con una gran sonrisa. Le explicaron el motivo de la visita y ella les respondió:
“Ahora si los veo con perfil de empresarios. ¡Me gusta su actitud! Ahora hablan diferente, con más determinación y convicción... Yo les presto el dinero con una condición: que reintegren al socio Miguel.”
Según Gilberto, esta petición se debía a que Miguel era el empleado más querido por ella. Ellos le explicaron que Miguel se retiró por su propia cuenta, pero que no tenían problema en hablar con él. Ella se puso muy feliz y accedió a realizarles el préstamo, y eventualmente Miguel fue reintegrado a la sociedad.
Al día siguiente, se dirigieron a la Cámara de Comercio para formalizar la sociedad conformada por ocho personas. Después llegaron los maestros de construcción que habían contratado. Para ahorrar costos, ellos mismos se encargaron de las labores de auxiliares de construcción según las indicaciones de los maestros. Gilberto ayudaba en la obra hasta las 11 de la mañana y después se iba para la esquina del viejo restaurante para seguir alimentado su base de datos. Luego, regresaba a las 4 de la tarde a continuar ayudando hasta las 9 de la noche.
Las expectativas iban en aumento porque ya tenían el local y contaban con más de 700 clientes potenciales en la agenda. La obra avanzaba a paso firme y el sueño de abrir su restaurante se acercaba cada vez más.
En los siguientes días se les acabó el dinero y convencieron a Miguel de ir a hablar con la señora para que les prestara $70 millones de pesos más. La señora accedió a prestarles el dinero y ellos pensaron que con ese capital ahora si sería suficiente para terminar la obra, pero al cabo de unas semanas nuevamente comenzaron a quedarse sin recursos, entonces hablaron con otras personas, clientes antiguos, para que les prestaran teniendo como respaldo el restaurante en construcción.
Ya habían comprado los implementos de la cocina, pero les faltaban cosas del bar y de los salones. Afortunadamente, un señor les prestó una tarjeta de crédito con un cupo por $20 millones de pesos (aproximadamente $4.950 dólares) y les permitió usarla para lo que necesitaran.
El restaurante ya tomaba forma, pero les faltaban algunos materiales, y el mismo señor de la tarjeta les sirvió como fiador para obtener un crédito en materiales por $20 millones de pesos para terminar con la obra.
Ya la deuda iba en $270 millones de pesos (aproximadamente $66.700 dólares) y aún no habían acabado. En ocasiones les tocó pausar la obra por la falta de capital, sin embargo, siempre se mantenían firmes en su objetivo.
Una tarde, la señora inversionista que tanto los había apoyado, les envío de sorpresa un gran almuerzo de pollo asado, el cual fue todo un manjar para ellos, ya que en esos días solo les alcanzaba para comer dos veces al día.
Luego de tres meses de esfuerzos titánicos, lograron terminar la obra, pero ahora faltaba la decoración de interiores. Entonces apareció una señora de muy buen corazón y les dijo: “Me emociona verlos así tan pujantes, tan soñadores. Yo les colaboro con la decoración de interiores”, y no les cobró nada.
Finalmente, vieron que ya todo estaba terminado y listo para abrir. En la base de datos ya tenían más de 1.000 contactos de clientes y procedieron a crear grupos de difusión para informarles que iban a abrir en una semana. Después de haber mandado los mensajes a todos los clientes, la alegría de la gente era inmensa, sin embargo, a solo tres días de la apertura se dieron cuenta de que les faltaban algunas cosas y las licencias necesarias para iniciar operaciones, así que nuevamente empezaron a buscar dinero prestado.
Ya la deuda era de más de $310 millones de pesos (aproximadamente $76.570 dólares) y no habían abierto aún.
En el tercer intento de la apertura, faltando 4 días, se percataron de que les faltaba la materia prima, entonces consiguieron un préstamo más por $5 millones de pesos (aproximadamente $1.235 dólares) para comprar grano, especias y verduras en general. Las proteínas las lograron conseguir fiadas.
“Gracias a todos los ángeles que Dios puso en el camino, después de 3 meses y medio se da la apertura el domingo 7 de octubre de 2018 del Restaurante Tastyzón - Los Tejaditos, ubicado en la carrera 30 No 33-59 del barrio La Aurora de la ciudad de Bucaramanga. Ese día fue inolvidable. Fue un día de mucha satisfacción y alegría por ver nuestro sueño hecho realidad.” -Fueron las palabras de Gilberto.
Un nuevo comienzo y nuevos retos
El restaurante empezó a funcionar muy bien. El primer año vendieron un promedio de 2 mil platos de comida mensuales. Las cosas iban muy bien hasta septiembre de 2019, cuando la sociedad se dividió en dos grupos: uno se quedaba y el otro se iba. Luego de negociar los términos para dividir la sociedad, acordaron que, el grupo que se quedaba, debía pagar a los otros un total de $200 millones de pesos (aproximadamente $49.380 dólares). Para realizar el pago, los socios que se quedaban se vieron en la necesidad de gestionar otro préstamo. Entregaron el dinero acordado de la siguiente forma: 80% para los socios que se retiraban y 20% para hacer frente a la parte de las deudas que les correspondían. Tras la división, la sociedad quedó conformada por cuatro personas: Gilberto, Miguel, Nieves y Olga.
En ese momento Gilberto entendió que no todo el mundo estaba preparado para ser un emprendedor, ni mucho menos un empresario. Sus ex-socios pensaban de forma muy distinta, lo que generaba constantes desacuerdos con ellos que les impedían avanzar como empresa.
La salida de los socios fue un duro golpe para el negocio. Lo poco que habían abonado a la deuda anterior ahora se había incrementado por la nueva deuda adquirida. En medio de la dificultad, los socios que quedaban comenzaron a explorar alternativas para aumentar las ventas y se les ocurrió crear un nuevo menú para la noche, uno con comidas más suaves para así llegar a más clientes. La estrategia fue un éxito. Las ventas aumentaron un 25% el siguiente mes.
Pasaron cinco meses y llegó otra dificultad, algo que cambiaría al mundo entero, que fue la pandemia de la COVID-19. Inicialmente pensaron que la emergencia duraría poco y cerraron unos días para restructurar algunas cosas.
El equipo tomó la crisis como una oportunidad para mejorar muchas falencias, especialmente en la logística de los domicilios, ya que las ventas a domicilio en promedio eran de apenas unos 60 domicilios mensuales. También, lanzaron una línea de almuerzos gourmet a domicilio y probaron diversas estrategias para promocionar sus opciones gastronómicas. Sin embargo, pese a todos sus esfuerzos, las ventas bajaron entre un 60% y 70%, y eso los preocupaba bastante porque las deudas no paraban y los costos fijos de funcionamiento continuaban.
En el transcurso de los siguientes meses las ventas a domicilio fueron creciendo de forma constante, permitiéndoles así sobrevivir a los momentos más duros de la crisis.
Luego de casi un año y medio de pandemia, el equipo sufrió una situación devastadora, que fue la muerte de su compañero y socio Miguel el día 24 de junio de 2021 por causa del COVID-19. Eso los desanimó bastante, ya que él era como un hermano para todos.
Aunque el dolor les partía el alma, no pudieron cerrar sino un día el restaurante para acompañar a Miguel en su sepelio, pues las obligaciones financieras no les permitían tener cerrado mucho tiempo.
Semanas más tarde del fallecimiento de Miguel, su esposa, Luz Esperanza Jurado, se unió a la sociedad en su reemplazo.
Una noche, Gilberto estaba en su cama muy triste y pensativo porque las deudas se habían incrementado mucho por la pandemia y pensó: “Tenemos que hacer algo para aumentar las ventas y salvar al restaurante de la quiebra”. Entonces se le ocurrió usar la historia del restaurante como herramienta de marketing para que más personas los conocieran y se conectaran emocionalmente con ellos, así se motivarían a apoyarlos. Compartió la idea con sus socias y estuvieron de acuerdo.
La estrategia resultó ser muy efectiva. La historia del restaurante comenzó a difundirse en medios locales y en redes sociales, ayudándolos así a obtener más reconocimiento y a llegar a nuevos clientes que se animaban a probar sus deliciosas opciones gastronómicas. Además, por esos días el gobierno dio la orden para la apertura de los restaurantes, entonces pudieron recibir nuevamente a sus fieles clientes en el local.
Conforme se iban flexibilizando las medidas de asilamiento social, las ventas presenciales del restaurante aumentaban, las cuales se sumaban a las más de 400 ventas a domicilio que estaban manejando por mes.
Poco a poco fueron superando la crisis y lograron fortalecerse y crecer en el proceso.
Un objetivo claro: expandirse por todo el país
Actualmente, el restaurante Tastyzon - Los Tejaditos vende más de 5 mil platos de comidas al mes y genera 15 empleos directos y 10 indirectos. La sociedad la conforman 4 personas, que son: Nieves Villabona Ochoa, Chef y Gerente; Olga Lucía Larrota, Auxiliar contable, Auxiliar de Caja y Auxiliar de Cocina; Luz Esperanza Jurado, encargada de teléfonos y redes sociales; y Gilberto Sanabria Márquez, Administrador, Recibidor de Clientes, Mesero y cuidador de carros en las noches. El objetivo de este equipo de emprendedores es expandirse por todo el país para que más personas puedan disfrutar de sus deliciosos platos y de su excelente servicio.
Así concluimos la historia de Gilberto Sanabria, un emprendedor que lleva la pasión por el servicio al cliente en las venas y que, por diferentes cuestiones de la vida, terminó siendo dueño del negocio que soñaba algún día administrar para poder implementar todas sus ideas, enseñándonos así importantes valores como la determinación, la paciencia, la humildad y el siempre dar lo mejor de nosotros en lo que hacemos. En sus propias palabras:
“Para todas aquellas personas que quieren emprender quiero decirles que el activo más importante es lo que está en nuestra mente, nuestros sueños, pero esto debe ir acompañado de mucho compromiso, disciplina, constancia, persistencia y buenos hábitos, para poder materializar esos sueños. Que el miedo al fracaso no les impida emprender y lograr sus sueños de ser empresarios. Y no eviten los obstáculos, porque ellos son los que nos ayudan a crecer y mejorar en nuestro camino hacia el éxito.”
Más casos de éxito empresarial:
- La historia de Juan Manuel Barrientos, fundador del restaurante «El Cielo»
- El exitoso empresario peruano que comenzó vendiendo bolsas en la calle
- El exitoso empresario colombiano que construyó un imperio vendiendo pizza
- La historia de Juan Chipoco, fundador de CVI.CHE 105
- La madre emprendedora que exporta pañales reutilizables desde México
1 comentarios:
Excelente información.
Responder¿Qué opinas de este tema? Deja tus comentarios y aportes...