Si usted entiende que el mundo no es precisamente un lugar exento de conflictos, y que es necesario prevalecer inteligentemente sobre los competidores que existen en la vida (cualquiera sea el tipo de interés que se dispute), necesita aprender a pensar estratégicamente.
Si por otra parte está dispuesto a orientar permanentemente su desenvolvimiento personal y profesional bajo la lógica efectiva de la Estrategia, será un distinto entre muchos iguales: un Pingüino Amarillo.
(Comentarios al libro: “El Pingüino Amarillo: el pensador estratégico y sus procesos mentales”.)
Hay mucho involucrado en todo esto, pero si se trata de describir en unas cuantas palabras qué significa pensar estratégicamente, tendría que afirmarse que es un asunto de flexibilidad mental. Tan sencillo como eso, y a la vez, tan desafiante.
Las personas que poseen flexibilidad mental se posicionan y viven en sociedad con criterios que no son estancos o inamovibles. Por el contrario, son criterios y formas de pensar que se modifican ante las evidencias y la nueva información. Estas personas pueden adaptarse al cambio y a su entorno con mayor facilidad que aquellas que aplican otros procesos mentales.
Los psicólogos hacen referencia a dos tipos de mentes opuestas a las flexibles: las rígidas y las líquidas. Las primeras les corresponden a personas que tienen criterios muy establecidos e inamovibles. Y las segundas a quienes carecen de criterios o valores personales, y en cada contexto o situación toman un criterio que nunca se torna propio.
Increíblemente (esta es la forma apropiada de expresarlo), el mundo está poblado de individuos con “mentes rígidas o líquidas”. Pocos son los que ejercitan flexibilidad en sus procesos mentales. Incluso aquellos que se consideran prácticos y alejados de dogmas o fundamentalismos, no tienen, necesariamente, una mente flexible. Porque ésta tampoco se alcanza solo por no considerarse “rígido” en la forma de pensar y entender el mundo.
Una mente flexible está abierta a todo y no se encuentra atada a nada en particular. Así se resume. Acepta y procesa todo tipo de criterios, pero no se obliga con ninguno en particular.
Ahora bien, cuando a esta flexibilidad mental se suman los conocimientos de Estrategia, se consigue pensar estratégicamente. Este resultado, en el que se agregan las exigencias de flexibilidad con los conocimientos de Estrategia, le corresponde a un número aún más reducido de personas. Un grupo pequeño, un puñado de distintos: esos que aquí se referencian como el Pingüino Amarillo.
Hay muchos que estudian Estrategia y en algún caso la aplican en asuntos de su vida personal o profesional. Circunstancialmente, estos son pensadores estratégicos o “estrategas”. Pero entender las dinámicas del mundo y vivirlas bajo los criterios flexibles y efectivos de la Estrategia es otra cosa, y algo que practican muy pocos.
La Estrategia es un sistema de gobierno, no es nada más (y nada menos que eso). Una forma de manejar, administrar o gestionar los asuntos. Una lógica que se basa en dos aspectos:
- La existencia del Conflicto
- El conocimiento y aplicación de los Principios Estratégicos para manejarlo
El Conflicto.-
La Estrategia es un concepto que proviene del mundo militar. Emerge del vocablo griego “strategos”, que significa General, y está asociado a la conducción de los ejércitos. Estos, obviamente, se vinculan con el conflicto, con la necesidad de dirimirlo a favor por medio del uso de cuanto recurso esté permitido.
Allá donde existen hechos que no involucran conflicto, la Estrategia es innecesaria. Cuando no es preciso hacer prevalecer intereses propios sobre otros que los disputan, pensar estratégicamente no es indispensable.
Ahora bien, en un mundo como el presente, sujeto a las dinámicas competitivas que se conocen, y a la lucha extendida por alcanzar los mejores niveles de bienestar, el Conflicto es omnipresente. Y la necesidad de la Estrategia es un asunto imperativo.
Pensar estratégicamente ayuda a resolver los conflictos con ventaja, tanto en la obtención de los objetivos que se buscan, como en la energía dispuesta para alcanzarlos. Quién actúa estratégicamente, SIEMPRE tiene ventajas sobre los que lo hacen gobernados por una mentalidad “rígida o líquida”.
Conocimiento de los Principios Estratégicos.-
La experiencia de miles de “strategos” interactuando con innumerables conflictos a lo largo de la historia humana (en todos los ámbitos de la vida, no solo en el campo militar), se resume en los Principios Estratégicos.
Estos son: Postulados esenciales, máximas. Ideas, normas que rigen el pensamiento o la conducta de las personas y que son sustraídas de la experiencia. Constituyen una base de argumentación que emerge de la prueba repetida (la experiencia). A partir de la cual, pueden encararse nuevos actos, con mayor eficacia y probabilidad de resultados positivos.
Los Principios Estratégicos constituyen la sabiduría sobre la que se apoya la acción estratégica. Si el individuo fundamenta su acción en ellos, está practicando Estrategia. Y si lo hace de manera profesional, es a quien se debe llamar un “strategos”.
Un Principio Estratégico es: “convertir el tiempo en un aliado”, otro “saber usar tanto fuerzas superiores como inferiores”, o “hacer de la victoria la única opción”. En la medida que el individuo aplica premisas como estas en su desenvolvimiento, aplica Estrategia. Y tiene mayores posibilidades de dirimir a su favor cualquier evento. Porque estas premisas han demostrado su efectividad a lo largo de toda la historia de los conflictos humanos.
Los Principios Estratégicos son innumerables, y su conocimiento le está reservado al estudioso: ése de mente flexible. Escaso y distinguido: el Pingüino Amarillo.
La importancia de pensar estratégicamente.-
El pensamiento estratégico se aplica en todo orden de la vida, porque en cada uno de ellos existe adversidad y conflicto. Se perfecciona en buen grado en el desenvolvimiento profesional y tiene una expresión más sofisticada en los negocios, en el mundo empresarial y en el emprendimiento.
Pensar estratégicamente define actitudes en toda tarea que se desempeñe en la vida:
- Construye una mentalidad ganadora
- Sostiene una mente competitiva y creativa
- Establece mecánicas para la negociación
- Para las habilidades de ventas
- Construye toda capacidad de motivación y liderazgo
- Optimiza las relaciones interpersonales
- Orienta los procesos mentales para enfrentar el temor,
- Etc.
El Pingüino Amarillo tiene tantas dimensiones en su actuar como las que presenta la propia vida.
Cultiva premisas y procesos mentales muy sensatos, y con ellos aprecia el mundo. Nada revestido de especial dificultad, por el contrario, muy lógico y conceptual. Casi elemental, pero al mismo tiempo extraño. Como el propio “sentido común”, que siempre concluye siendo “el menos común de los sentidos”.
Casi todo lo que respecta al Pensamiento Estratégico mora aún en tierra virgen.
Los interesados en conocerlo a profundidad, y sus exponentes, son escasos todavía. Por ello mismo gozan de ésa condición que tanto aprecia la Estrategia: son distintos. Moran entre muchos iguales, pero se distinguen con nitidez. Como lo haría un Pingüino Amarillo en una bandada corriente de su especie.
El pensador estratégico es como un Pingüino Amarillo. No es numeroso, y se lo puede reconocer fácilmente entre los demás. No debe esta distinción a una condición natural. Pensar estratégicamente es algo que se debe aprender y practicar. Es, finalmente, una forma de ver y entender el mundo, y como tal demanda una vida de experiencia.
La mayoría de las personas adopta un pensamiento lineal para enfrentar las adversidades. La Estrategia se considera, todavía, una práctica vinculada al mundo militar o de los negocios. Oscura y misteriosa hasta cierto punto, asociada a la intriga y la acción sospechosa.
En tanto es así, el pensador estratégico capitaliza ventajas competitivas sobre los demás. Y esto le paga el esfuerzo por doble partida, porque a la par que resuelve problemas con inteligencia, también supera al resto en la conquista de los objetivos que pretende en la vida. Ello refuerza su condición de Pingüino Amarillo.
Por el momento está bien dejarlo así. Identificar al pensador estratégico como un Pingüino Amarillo: el diferente, el escaso, el especial. A eso llega agregado un importante sentido de responsabilidad, y ello es necesario para que él pueda mostrar a los demás el camino que transita.
(Comentarios al libro: “El Pingüino Amarillo: el pensador estratégico y sus procesos mentales”.)
Acerca del Autor:
Carlos Eduardo Nava Condarco, natural de Bolivia, reside en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, es Administrador de Empresas y Empresario. Actualmente se desempeña como Gerente de su Empresa, Consultor de Estrategia de Negocios y Desarrollo Personal, escritor y Coach de Emprendedores.
Autor del libro: “Emprender es una forma de Vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora”
WEB: www.elstrategos.com
Facebook: Carlos Nava Condarco - El Strategos
Twitter: @NavaCondarco
1 comentarios:
Excelente artículo
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