Cuando iniciamos en nuestro camino como emprendedores, lo que se nos viene a la cabeza son los viajes, trabajar desde una playa paradisíaca tomando piña colada, disponer de nuestro tiempo, vacaciones ilimitadas, otras personas haciendo el trabajo duro por nosotros, que nuestro balance en la cuenta aumente automáticamente…
La buena noticia es que todo esto es posible; la mala es que, normalmente, hay que pasarla muy mal antes de llegar a ese punto.
Déjenme contarles un poco de mi historia.
Por allá en el 2015, a causa de uno de los momentos personales más dolorosos de mi vida, tomé la decisión de que no descansaría hasta lograr mis objetivos financieros y poder salir de esa maldita pobreza económica que no trae nada bueno consigo y anula a muchas personas excepcionales, impidiéndoles alcanzar todo su potencial, incluso llegando a afectar la salud y hasta la vida.
Hasta ese momento siempre me había considerado una persona alegre y extrovertida, con algunos momentos de introversión, pero, partir de allí todo empezó a mutar hacía el lado contrario. Debido a mi meta, dejé de ver a mis amigos, dejé de practicar el deporte que amaba, dejé de tener citas… lo dejé todo. Sólo tenía un propósito: convertir a mi emprendimiento, Estarter.co, en un negocio rentable.
Así pasaron un par de años, sin pena ni gloria. Podía quedarme en la oficina hasta la 1:00 AM todos los días y regresar a la 9:00 AM, incluidos los fines de semana. No era un sacrificio para mí, no encontraba nada que me diera más gusto hacer. En todas esas largas jornadas en lo que más me enfocaba era en perfeccionar mis habilidades de marketing digital, mejorar mis anuncios de Google, mi página web, mi portafolio, etc.
La cosa empezaba a funcionar y llegaban en promedio 100 solicitudes de cotización por día. Yo me quedaba hasta responderlas todas. En ese entonces no sabía lo que era un embudo de conversión o el flywheel que ahora está de moda. Si no lo saben, ni se preocupen, son sólo palabras bonitas para cosas obvias.
Al tiempo que el negocio mejoraba, también empeoraba. ¿Cómo así? Si, las ventas crecían, pero arrastrábamos problemas del pasado, por malas decisiones financieras, los cuales empezaron a explotar. Yo no sabía qué hacer con ellos, ya que me superaban enormemente. Haciendo un cálculo en ese entonces, necesitaba de todas mis utilidades durante 100 meses para lograr salir de esos problemas. En seguida mi castillo de naipes se derrumbó. Para este momento ya no era una persona alegre ni extrovertida, y caí en la primera depresión de mi vida. No sabía qué hacer, no quería levantarme en la mañana para ir a la oficina, en mi teléfono entraban entre 80 y 100 llamadas al día para cobrarme, quería dormir y despertar cuando todo estuviera solucionado.
Aquí aprendí una de las creencias que me ayuda a seguir adelante todos los días: PREOCUPATE SÓLO POR LO QUE PUEDES CONTROLAR.
Así que, después de varias semanas ausente, volví. Contesté mi teléfono y a cada persona a la que debía le dije que no tenía con qué, pero que le iba a pagar como fuera, en algún momento. Claramente a nadie le gusta que le digan eso, pero, cuando lo dices sinceramente, las personas suelen entenderlo.
Entonces… ¿Qué pasó? Nos dedicamos sólo a lo que podíamos controlar: hacer mejor marketing, hacer mejores propuestas comerciales, aprender a vender mejor.
Luego de un par de años logramos saldar la gran mayoría de las deudas dedicándonos 100% a vender. No sólo eso; cuando las saldamos, nos dimos cuenta de que estábamos siendo rentables y que ese dinero debíamos reinvertirlo en seguir mejorando lo que ya hacíamos bien.
Acá no termina la historia, afortunadamente hoy en día Estarter.co funciona muy bien. Así que en 2019 decido emprender un nuevo proyecto, algo que me apasionara más. Ya la meta de salir de la pobreza estaba casi completada; digo casi, porque uno siempre siente el riesgo de volver a caer allí.
Así nace Licimatic.com. En junio de 2019 decido dedicarme de lleno a ello, renuncio a Estárter, contrato un equipo grande para este nuevo proyecto, que representaba el 100% de mis ingresos mensuales. No me importaba. Estaba seguro de que me iba a ir bien, que iba a sacarla del estadio. Ya lo había hecho bien una vez, ¿Qué tan difícil puede ser repetirlo?
Para no hacer larga la historia, nada de lo que tenía planeado sucedió y para noviembre yo ya me sentía de nuevo un fracaso total, con su correspondiente dosis de ansiedad y depresión incluida.
¿Qué hice esta vez? NADA.
Empecé a trabajar sólo de lunes a viernes y sólo en horario de oficina, haciendo estrictamente lo mínimo necesario, como hace un empleado común y corriente ¿Supongo? Es broma. Los fines de semana me desconectaba totalmente. Volví a hacer cosas que antes pagaba para que me hicieran, porque me parecían una pérdida de tiempo: lavar ropa, cocinar, limpiar. En navidad y año nuevo decidí desconectarme del todo, pausé las campañas de marketing, dejé al equipo de desarrollo libre de hacer lo que quisiera. Me dediqué a estar con mi familia, les hacía el desayuno, jugaba y peleaba con mis sobrinas.
¿A qué va todo esto?
A veces se nos olvida que somos humanos, que necesitamos a otras personas, que somos falibles, que por ser buenos en algo no significa que nos va a ir bien siempre. A veces nos identificamos tanto con nuestro “yo exitoso” que, cuando no estamos teniendo éxito, nos sentimos el peor fracaso, el peor impostor.
Los malos momentos son una constante, siempre van a existir. Simplemente hay que estar preparados para recibirlos, aguantarlos y hasta disfrutarlos. No hay de otra, querido amigo. Si estás pasando por depresión o ansiedad de emprendedor, ¡te envío un abrazo! Ya pasará.
Acerca del autor:
Este artículo fue escrito por Nicolás Poveda, Founder de Estarter.co y CEO de LiciMatic.com
Apasionado por los emprendimientos que generan impacto social.
Dedica toda su vida, pasión y energía a su gran sueño que es acabar con la corrupción.
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