"Es algo triste depender del amor de los demás y por ello mismo estar incapacitado de amarlos, por lo tanto no creo que ésta sea una fórmula adecuada para la felicidad. El único amor que nutre y a la vez enriquece es aquel que se recibe como consecuencia del que se dio. Como no está en mis manos (diré en mis patas) la posibilidad de exigir cariño, debo dedicarme esencialmente a darlo yo, porque ésa es la forma infalible de recibirlo".
Extraído del Libro: “Si un Perro fuera tu Maestro… 12 lecciones de vida que deja un perro antes de partir”.
Cuando se quiere aprender, aparece el maestro.
¡Y vaya que los perros pueden ser Grandes Maestros!
Estas criaturas forman parte del entorno humano como pocas, no sólo lo completan, lo enriquecen; difícilmente pudiera entenderse nuestra vida sin la presencia del noble animal.
Su gracia, su servicio, su compañía, hacen parte de ésta existencia que a veces resulta difícil comprender. Y sobre todo su Amor, ése eje alrededor del cual rota toda su razón de ser: amor puro y desinteresado. Capacidad de amar sin reconocer límites, y de recibirlo como significado de vida.
Veamos los consejos de éste hermoso Maestro de cuatro patas:
1.- Cuando tus seres queridos llegan a casa, siempre corre a saludarlos (La Felicidad):
Soy un Perro, vivo feliz porque me gusta todo lo que hago y no necesariamente porque hago todo lo que me gusta.
Quisiera que esto último fuese también parte de la historia, pero hace mucho me quedó claro que tengo límites que debo respetar. He sido reprendido y castigado varias veces por hacer cosas que me gustan y que no me estaban permitidas. Una primera conclusión, por tanto, es obvia: no soy feliz precisamente porque pueda hacer todo lo que me gusta.
Por otra parte debo ser sincero al decir que todo lo que me está permitido hacer no me disgusta, más todo lo contrario.
¿Tendría la misma capacidad de amar a las personas si mi vida entera se dispensara haciendo cosas que no me gustan? Honestamente creo que no. Para mí el amor y la felicidad son componentes de un circuito que se alimenta recíprocamente. Si uno no es feliz no puede dar amor, y si no da amor tampoco lo recibe, luego me pregunto: ¿podría ser feliz sólo con amor?, y la respuesta es nuevamente un No sincero. Me explico: ¿cómo puedo recibir el amor de alguien si no lo he dado primero?, y ¿cómo puedo darlo yo si no me siento feliz? ¿Me explico?
Afirmar que la felicidad antecede al Amor puede por un momento provocar cierto pesar, porque está sobrentendido entre todos los seres que el amor es la expresión mayor del alma, pero luego surge también otra conclusión fantástica: es fácil amar y ser amado, es decir, encontrar el amor, para ello sólo es necesario ser feliz. Y ser feliz también es sencillo, tan solo es preciso tener gusto en todo lo que se hace.
He llegado al convencimiento que las personas no hacen lo que les gusta y no le encuentran gusto a las cosas que deben hacer, porque simplemente no les resulta cómodo intentarlo. Viven como los peces en la corriente de un río: algo los lleva por cierto cauce con mucha energía, algo que se encuentra fuera de su control pero que no es malo; se colocan como pequeñas naves a merced de ésa corriente y se dejan llevar. Tienen muchas veces pequeños timones con los que maniobran y consiguen mejores resultados, pero siempre lo hacen a merced de la corriente. Desconocen el cauce, lo van descubriendo a medida que aparece y apenas maniobran con timidez para no encallar o para sacarle algún provecho. Podrían hacer algo diferente: navegar contra la corriente, salirse de ella o buscar un cauce que sea de su agrado, pero no lo hacen. La fuerza que tiene el agua que los conduce es poderosa y precisamente por eso no les desagrada, más bien les ahorra esfuerzo, y esto les cae bien al final de la historia.
Esa corriente de agua que los lleva es su vida. Y como el cauce de un río de aguas bravas está predefinido, así también lo está su vida. Luego todo lo demás consiste en hacer los esfuerzos necesarios para maniobrar bien y no encallar.
De esta forma es muy difícil hacer lo que uno quisiera, pero esto no los contrista, el poder de la corriente es grande, intimidante a veces, pero para ellos no exenta de bondad, la corriente los ayuda a llevar la nave con menor esfuerzo. Pocas veces reparan que los conduce, sin embargo, por donde quiere.
Creo entonces, que la posibilidad de las personas para hacer un poco más lo que les gusta y de ésta manera alcanzar la felicidad, se encuentra en que salgan de la zona de comodidad en la que viven, en no ser parte inerte de la dinámica que imprime la corriente, en poder tomar el control de sus vidas y llevarlas por cauce propio, en tomar protagonismo sobre su propia existencia, entender que ellos no son ni los actores de reparto ni espectadores de una obra que se desenvuelve ante sus ojos. No existe mayor responsabilidad que aquella que lo vincula a uno consigo mismo, todo sentido de responsabilidad adicional es producto de ésta primera, porque sin sentido básico del valor de la propia vida, poco representan las demás.
Sacrificar comodidad por felicidad parece razonable.
El mundo que han construido los humanos no llama necesariamente extraordinarias a las personas que deciden ser felices, se guarda la calificación para evaluar otras cosas: alguien extraordinario es quien alcanza metas poco comunes de conocimiento, fortuna, poder. Para él tiene el imaginario colectivo reservado un puesto en el Olimpo de los méritos humanos. Sin embargo pocos habitantes de “ése Olimpo” pueden afirmar que son verdaderamente felices y que no cambiarían todo por una vida diferente. O al menos son pocos los que confirmarán que son felices como efecto de lo que han conseguido para ser meritorios habitantes de ese rincón especial de las consideraciones humanas.
No son los logros los que otorgan la felicidad si no se han construido a partir de hacer sanamente lo que a uno le gusta, porque solo así llegan como una coronación y no un certificado que testifique “sangre, sudor y lágrimas”. Es razonable afirmar que todo logro demande esfuerzo y sacrificio, pero si en el proceso debe hipotecarse la felicidad, el objetivo mismo pierde valor. La felicidad no se perfecciona en un día que celebra la obtención o la consecución de algo, la felicidad se encuentra en cada uno de los momentos que forman la existencia. Por eso Existir en realidad de escribe con “e minúscula”, porque la vida sólo está compuesta de momentos. Es menester ser feliz mientras se camina para obtener algo y no suponer que la felicidad llegará junto con lo que se obtenga. Esto solo se consigue haciendo las cosas que a uno le agraden o encontrándole el gusto a las que deben hacerse de todas maneras.
Estoy convencido que las personas tienen que pelear cada momento y espacio que le toman a la vida, o por decirlo de otra forma, convengo con la afirmación que la Vida no es fácil, pero entiendo que la pelea tiene que dirigirse a “sacarle el gusto a la vida” y no otra cosa, porque ¿de qué otra forma se justifica éste esfuerzo?, ¿pelear contra la adversidad?, ésa es una lucha defensiva y no conquista nada.
Por otra parte, creo que la verdadera sabiduría de las personas debería estar dirigida a entender que no se gana nada haciendo cosas “con disgusto”. O bien debe hacerse lo posible por cambiar estas cosas o finalmente cambiar la actitud para hacerlas. Si éste es un paso importante a la felicidad tendría que entenderse como medida sabia.
Todos los perros somos felices porque finalmente nos gusta todo lo que hacemos. Esa felicidad nos conduce a la puerta de la casa cada vez que vemos que llega una persona que queremos. Recibimos el amor de ésas personas porque nosotros los hemos amado primero.
Las personas no reciben a sus seres queridos de la misma manera, al menos no lo hacen siempre. Esta no es necesariamente una muestra de ausencia de cariño, es una muestra de ausencia de felicidad. El amor no siempre se demuestra, pero la felicidad sí. No es posible evitar su manifestación, no existe forma de ocultarla. La felicidad es una energía que sacude el cuerpo desde la punta de la nariz hasta el extremo de la cola. La felicidad explota, nunca se ha conocido a nadie que haya sufrido una implosión de felicidad, aunque por amor muchos lo hayan hecho.
Por eso tampoco puedo decir que la felicidad provoque Paz. Sé que muchas personas buscan eso y sacrifican la felicidad por alcanzarla. Nosotros los perros no conocemos la quietud o el estado inerte de la paz, la energía rebelde que provoca nuestra alegría anula todo reposo, nos mantiene en un estado de frenesí que nunca podrá ser asociado a nada muy pacífico. En paz estaremos cuando hayamos muerto, mientras tanto el gozo de la vida invita al baile y al festejo. El fin de las angustias nunca es paz, es regocijo; superar los problemas o vencer la adversidad no provoca paz, genera alegría; la conclusión del dolor se recibe con satisfacción, cuando terminan las carencias surge una sonrisa. Cuando acaba todo lo malo y desagradable siempre existe un final feliz, y esto nunca es motivo de quietud o de reposo, es simplemente una situación propicia para mover frenéticamente la cola.
Mientras que la felicidad es un derecho, la paz es sólo un estado que aguarda al final del camino.
Extraído del Libro: “Si un Perro fuera tu Maestro… 12 lecciones de vida que deja un perro antes de partir”.
Acerca del Autor:
Carlos Eduardo Nava Condarco, natural de Bolivia, reside en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, es Administrador de Empresas y Empresario. Actualmente se desempeña como Gerente de su Empresa, Consultor de Estrategia de Negocios y Desarrollo Personal, escritor y Coach de Emprendedores.
Autor del libro: “Emprender es una forma de Vida. Desarrollo de la Conciencia Emprendedora”
WEB: www.elstrategos.com
Facebook: Carlos Nava Condarco - El Strategos
Twitter: @NavaCondarco
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